El presidente concluye su tercer mandato, «tranquilo y orgulloso», con cuatro canchas nuevas pero también cuestiones pendientes
En las paredesde de la sala de reuniones de la Asociación Argentina de Polo (AAP), que da a la avenida del Libertador, están los cuadritos de los presidentes anteriores. Francisco Dorignac es uno de los de mayor presencia: el próximo martes finalizará su tercera gestión de cuatro años al frente de la entidad del único deporte en el cual el país es líder mundial por mucha diferencia.
«Salvo en el Vaticano, se juega polo en todo el planeta, hasta en los lugares los más insólitos. En una de mis presidencias nos pidieron desde Irak jugadores para dar instrucción de polo a los militares», dimensiona el directivo que en 2013 encargó un estudio del impacto económico de este deporte en territorio nacional. Los resultados lo sorprendieron: 843,4 millones de dólares por año y 45.776 puestos de trabajo (18.427 de empleados fijos), generados por los 5698 polistas federados y los 93.445 caballos registrados. Eso, sin contar exportaciones de 1828 animales por 18.282.000 dólares. «A veces uno tiene que tragar comentarios fuera de lugar, de gente que no tiene ni la menor idea de lo que es gestionar la asociación de polo», se descarga Franky ante LA NACION en Pilar, donde en abril inauguró cuatro canchas en las nuevas 29 hectáreas del predio de la AAP, que extienden a 12 los campos de juego contiguos a la ruta 34.
Con Dorignac, de 78 años, se va un hombre de pasado glorioso como deportista y determinaciones firmes como dirigente. Muchos, sobre todo los jugadores, le endilgan excesivo personalismo en las decisiones, a tono con el mote de «Cacique» de su época de polista. «Nunca pretendí tener un equipo obsecuente; más bien, tuvimos grandes discusiones puertas adentro. Y todos vinieron a dar. No hubo ninguna pretensión de negocio. Cuando uno hace las cosas a pulmón, tiene mucho derecho a hablar», subraya. «Siempre tuve el apoyo del consejo que me acompañó, aunque en la primera gestión el único de mi lista que entró fue un suplente, Tony Bullrich. Terminamos haciendo una gestión difícil pero buena», destaca el tricampeón argentino y emblema de Santa Ana.
No se había retirado todavía cuando asumió por primera vez, en 1987, a los 48 años. A él, polista de la vieja guardia, le tocó lidiar con los albores del profesionalismo, en medio de tensiones que lo llevaron hasta a consultar a Enrique Morea, amigo y su par de la asociación de tenis, para resolver la cuestión de la publicidad en las camisetas. En ese mandato, que duró hasta 1991, creó el Campeonato Argentino del Interior, valioso en un país macrocéfalo también en el polo.
Pasaron 14 años y volvió a presentarse como candidato. Ganó la elección de 2005 contra dos rivales (uno era Guillermo Álvarez Fourcade, postulante el próximo martes) y reformó el Campo Argentino de Polo, escenario del caballito de batalla de este deporte en el país: el Campeonato Argentino Abierto. Un certamen que en los últimos años fue perdiendo público, tras el boom de 2005/2007. Para Dorignac, el del predio de Palermo fue el asunto de mayor insatisfacción en el tramo 2013-2017. «Me habría gustado en esta última presidencia hacer muchas más cosas. Faltó un uso más amplio de las instalaciones. Lo tenemos limitado porque el gobierno anterior nos sacó el contrato con el Ejército, que era nuestro guardaespaldas y con quien solucionábamos cosas, y pasamos a depender de una entidad del Estado [AABE] cuyo pensamiento desconocíamos. Pero no soy quién para juzgar; el tiempo dirá», lamenta. De todos modos, el actual gobierno nacional le garantizó por escrito que no habrá emprendimientos inmobiliarios en la cancha 2. «Era un tema estar sin contrato con la posibilidad de que viniera un iluminado y nos sacara, aunque después se peleara jurídicamente por la protección legal que tiene el predio», explica.
La del Campo Argentino fue cuestión central en sus últimos meses de gestión, incluso por sobre la ampliación de Pilar. «Mucha gente cree que las canchas de Palermo son un lugar para que ocho gordos anden a caballo. Palermo es Wimbledon, Roland Garros. Hace cuatro meses logramos que paren ahí los ómnibus de turistas, que bajan, entran, caminan y no pueden creerlo. Palermo es invendible. Creen que es un lujo para los jugadores; no: es un lujo para la Argentina», defiende quien piensa que «no todo es plata, y menos en el deporte». «Cuando la plata entra por la puerta, el deporte sale por la ventana», sostiene quien a su vez preside el club Tortugas desde 1980.
En este último mandato la AAP tuvo cortocircuitos con la asociación de criadores (AACCP) y con la de jugadores (AAJP), hoy superados. De hecho, la suspensión al profesional Lucas James resultó un disparador de la creación de Unión del Polo, una de las dos listas que participarán en la elección del próximo martes. «¡Tienen que entenderlo! Si no se es severo en el tema disciplina… Es un deporte muy peligroso. No es cuestión de lastimar a una persona y arreglarlo con un trabajo comunitario. Y más los jugadores que viven del polo, que están en riesgo de lucro cesante», enfatiza. No obstante, la sanción fue reducida de un año a cuatro meses.
Además de la incertidumbre jurídica por Palermo, a Dorignac le tocó un contexto económico adverso en esta gestión. Opina que «los costos han frenado el crecimiento, pero no han disminuido el polo», y se permite cierto optimismo: «Veo una generación muy, muy buena de chicos de 12, 13 años. Ahora hay torneos de 20, 30 equipos, y la mitad de los participantes tiene condiciones. Hay que darles infraestructura, para que no tengan un freno en el futuro. El caballo es una terapia. Ojalá fomentemos eso en los chicos y los saquemos de las pavadas en que se puede caer con el ocio».
En parte por ese auge del polo infantil, la AAP necesitaba más canchas. Y decidió que los clubes que están a más de 150 kilómetros de Pilar puedan disputar como locales en su predio las copas metropolitanas. «Es un poco injusto que las inversiones de la asociación de polo sean solamente para la gente que juega acá», razona Dorignac, que se va «muy tranquilo, muy orgulloso» por las nuevas canchas y porque «la asociación no tiene deudas».
Con la seguridad de conservar Palermo, cuentas en orden y nuevas instalaciones, pero al mismo tiempo un retroceso en público e impacto mediático, Francisco Dorignac, admirado y criticado, deja el sillón en el que, en una docena de años, se convirtió en el dirigente de polo más relevante en décadas.