La catedral mundial del polo, en peligro por un emprendimiento inmobiliario

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El diario La Nación se hizo eco de la primicia brindada por nuestro sitio y publicó hace unos días algunas afirmaciones que ya presentamos. A continuación, la nota del diario.

El polo es el deporte en el que la Argentina ha expuesto una indiscutible superioridad mundial a partir de la obtención de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1924. Desde entonces, tanto la selección como sus equipos y jugadores han prestigiado a nuestro país en todo el mundo. Es tal la superioridad y excelencia del polo argentino que en los campeonatos mundiales y otros torneos internacionales organizados por la Federación Internacional de Polo se limita el hándicap de los equipos para dar posibilidades de competir al resto de los países. Y por esa superioridad este deporte fue excluido de los juegos olímpicos al no poder hacer frente al poderío argentino.

Hay 5000 jugadores registrados en la Asociación Argentina de Polo y se estima que el número total de quienes lo practican en el país alcanza a 15.000, a lo que cabe sumar más de 150.000 personas que trabajan relacionadas a este deporte, incluyendo la reproducción, crianza y entrenamiento de caballos. Las técnicas genéticas y reproductivas como la clonación, entre muchas otras condiciones, hacen posible que la Argentina sea el primer país en la producción y exportación de caballos de polo.

Los campeonatos propios del polo inglés, estadounidense, francés, español, árabe y de otros países, convocan en sus equipos a jugadores argentinos. Detrás de estos van sus caballadas, los veterinarios, petiseros y toda la logística que son clave para la promoción de exportaciones de animales entrenados para el polo. El movimiento de polistas ocurre también en sentido inverso, los jugadores de otros países vienen a la Argentina a participar en los torneos locales. Hay más de 1200 canchas de polo en el país, más de 300 clubes y de 100.000 caballos. Sólo en la zona de Pilar y General Rodríguez, en la provincia de Buenos Aires, hay más de 250 canchas.

Los torneos de mayor prestigio internacional son los que se juegan en la temporada de primavera en la Argentina. El más destacado, sin duda, es el Campeonato Argentino Abierto, que se desarrolla en la llamada Catedral del Polo Mundial, conformada por las canchas 1 y 2 de Palermo. Jugadores y turistas de todo el mundo asisten allí. Pues bien, esto puede perderse si se concreta una iniciativa que ha sido presentada por un grupo de empresarios ante las autoridades locales y nacionales con el fin de destinar parte del campo de polo de Palermo a la construcción de torres de viviendas de lujo.

Este emprendimiento que persigue únicamente un lucro inmediato puede provocar la terminación del Abierto de Palermo, torneo que genera cuantiosos recursos para el turismo y la industria hotelera entre muchos otros. Quizá se ignore que, si se cierra el Abierto de Polo de Palermo, difícilmente los jugadores de alto hándicap puedan ser convencidos de jugar en nuestro país pudiendo hacerlo donde les garanticen mayor rentabilidad. Además, constituye una tradición que genera prestigio internacional. Los desfiles militares en el campo argentino de polo son también una tradición que acerca a las familias, como lo ha demostrado hace unos días por festejos del Bicentenario.

Sería inentendible que se perdiera el mayor escenario de polo mundial que, además, constituye una reserva verde que beneficia el espacio urbano preservando el entorno medioambiental, y un lugar de tranquilidad muy apreciado por los vecinos de la ciudad. No se registra actualmente ninguna voz que reclame un cambio de destino. Si alguna vez la hubo lo fue por algún efluvio populista desde despachos oficiales que pretendían despertar revanchas clasistas del gobierno que terminó en diciembre pasado. Afortunadamente, no es el caso del gobierno actual. Si el motivo alegado fuera económico, debe decirse que el asunto no tiene relevancia en relación al gasto municipal y menos aún al nacional.

Hay muchos otros proyectos de mayor impacto socioeconómico y grandes áreas de gasto público improductivo susceptibles de reducción. El país espera mejores iniciativas empresariales, no dudosos negocios incompatibles con el interés público. ¿A qué empresario inglés se le ocurriría vender y lotear Wimbledon, o qué ocurriría si en Francia se anunciara un proyecto para construir torres de lujo sobre las canchas de Roland-Garros? Simplemente, no serían tomados seriamente, por su falta de sustentabilidad, el atentado a las tradiciones y su desastroso impacto social. Esperamos que esta infeliz iniciativa no encuentre eco en ningún despacho público, puesto que no hará más que perjudicar el prestigio del país cuando más están empeñadas las actuales autoridades nacionales en recuperarlo.

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