Aquella victoria argentina en Polo en Berlín 1936 mostró tal supremacía que el deporte nunca más fue incluido en el programa
El polo en Juegos Olímpicos tiene historia corta. La Argentina ya había sido el primer campeón olímpico argentino, en París 1924. Y doce años después el seleccionado desembarcó en los Juegos de Hitler, de Jesse Owens, de nuestra recordada Jeanette Campbell: Berlín 1936.
Sería la última función de este deporte, de la que en estos días se cumplen 80 años. Quedan fotos, el Roble Olímpico -extraído como retoño de la Selva Negra y plantado entre las canchas 1 y 2 de la Catedral de Polo de Palermo– y algunos recuerdos, mientras volver a ver a nuestro país en estas competencias suena cada vez más utópico.
Aquel equipo tenía varios personajes ilustres. Como Luis Duggan y Roberto Cavanagh, formidables jugadores que años más tarde sostendrían la primera gran rivalidad del polo argentino, integrando los equipos de El Trébol y Venado Tuerto, respectivamente.
Cuando se celebraba el medio siglo de aquella gesta, en agosto de 1986, en una mañana fría y soleada en Capitán Sarmiento, Duggan hizo hincapié en la confraternidad del equipo, en lo mucho que costó poder viajar a Europa, y, claro, en las chicanas con Cavanagh. «Nosotros, con El Trébol, veníamos ganando todos los abiertos de Palermo y resulta que estos muchachos, los Cavanagh y los Alberdi, se juntaron solamente con la intención de amargarnos la vida. ¿Y sabés qué es lo peor? Que lo consiguieron…», dijo en medio de risas. Con ellos, el Paisano Manuel Andrada, polista que marcó una época desde su posición de back, mientras que como Nº 3 estaba Andrés Gazzotti, orgullo de Pehuajó con calle incluida y el equilibrio que necesitaba el conjunto.
La Argentina terminó eyectando, involuntariamente, el polo olímpico. Fueron cinco los participantes en Berlín: además, jugaron Ingaterra, México, Alemania y Hungría. Tremenda contundencia: 15-5 a México y 11-0 a los ingleses en la final. Sí: 11-0. Ya en la definición de París 1924 el triunfo había sido concluyente: 15-2 a Francia.
Y esa superioridad llevó al Comité Olímpico Internacional a sacarlo del programa de deportes. A no engañarse: no fue una cuestión de marketing ni de TV, dada la época. El planteo fue diferente: carecía de sentido darle lugar a un torneo que tendría un ganador previsible. Algo, en rigor, que no se hizo en casos parecidos.
Hubo Copa de las Américas (entre la Argentina y Estados Unidos), Coronation Cup (entre Inglaterra y un rival invitado) y mundiales de bajo handicap, pero nunca más Juegos Olímpicos. No sólo por la hegemonía argentina: los costos también influyen. Si hoy se organizara un certamen con ocho equipos, habría que incluir los traslados de unos 320 caballos, por ejemplo. Ya en 1936, para que el equipo campeón viajara a Berlín (casi un mes, entre barco y tren), se invirtió cerca de un millón de dólares, con aportes privados.
Y un detalle: si se volviese a jugar, con seguridad habría límites de handicap, en jugadores y/o equipos. ¿Podría actuar un Cambiaso o un Facundo Pieres? Imprevisible. Como antecedente, eso sí, hay que recordar que aquel seleccionado argentino no era un 40 de handicap como el La Dolfina de hoy: reunía 27 goles, y el de mayor valorización era Gazzotti, con 8.
Mientras se espera la confirmación de cinco nuevas disciplinas a futuro, el polo está lejos del universo olímpico. Incluso como exhibición. Aunque puede haber una hendija para avanzar al menos un paso. Conversaciones mediante con el gobierno de la ciudad al momento de oficializarse la designación, la Asociación Argentina de Polo se ilusiona con la inclusión del deporte como exhibición en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. Y en Palermo. «Qué mejor manera de mostrarles a los extranjeros las bondades de nuestro polo y en La Catedral, un escenario histórico e impactante. Ojalá se concretara este anhelo», nos dijo hace un tiempo Francisco Dorignac, presidente de la entidad.
Mientras tanto, Duggan, Cavanagh, Gazzotti y Andrada siguen cabalgando en el firmamento dorado. Con 80 años de gloria olímpica.